LEAMOS E INTERPRETEMOS CUENTOS
Febrero 11 de 2021
LEO EL SIGUIENTE CUENTO
por Horacio Quiroga
Había
una vez un hombre que vivía en Buenos Aires y estaba muy contento porque era un
hombre sano y trabajador. Pero un día se enfermó, y los médicos le dijeron que
solamente yéndose al campo podría curarse.
El
no quería ir porque tenía hermanos chicos a quienes daba de comer; y se
enfermaba cada día más. Hasta que un amigo suyo, que era director del
Zoológico, le dijo un día: —Usted es amigo mío, y es un hombre bueno y
trabajador. Por eso quiero que se vaya a vivir al monte, a hacer mucho
ejercicio al aire libre para curarse. Y como usted tiene mucha puntería con la
escopeta, cace bichos del monte para traerme los cueros, y yo le daré plata
adelantada para que sus hermanitos puedan comer bien. El hombre enfermo aceptó,
y se fue a vivir al monte, lejos, más lejos que un pueblo llamado “Misiones”
todavía.
Hacía
allá mucho calor, y eso le hacía bien. Vivía solo en el bosque, y él mismo se
cocinaba. Comía pájaros y bichos del monte, que cazaba con la escopeta, y
después comía frutas. Dormía bajo los árboles, y cuando hacía mal tiempo
construía en cinco minutos una ramadal con hojas de palmera, y allí pasaba
sentado y fumando, muy contento en medio del bosque que bramaba con el viento y
la lluvia. Había hecho un atado con los cueros de los animales, y los llevaba
al hombro. Había también agarrado, vivas, muchas víboras venenosas, y las
llevaba dentro de un gran mate, porque allá hay mates tan grandes como una lata
de gasolina.
El
hombre tenía otra vez buen color, estaba fuerte y tenía apetito. Precisamente
un día en que tenía mucha hambre, porque hacía dos días que no cazaba nada, vio
a la orilla de una gran laguna un tigre enorme que quería comer una tortuga, y
la ponía parada de canto para meter dentro una pata y sacar la carne con las
uñas. Al ver al hombre el tigre lanzó un rugido espantoso y se lanzó de un
salto sobre él. Pero el cazador que tenía una gran puntería le apuntó entre los
dos ojos, y le rompió la cabeza. Después le sacó el cuero, tan grande que él
solo podría servir de alfombra para un cuarto. —Ahora —se dijo el hombre— voy a
comer tortuga, que es una carne muy rica. Pero cuando se acercó a la tortuga,
vio que estaba ya herida, y tenía la cabeza casi separada del cuello, y la
cabeza colgaba casi de dos o tres hilos de carne. A pesar del hambre que
sentía, el hombre tuvo lástima de la pobre tortuga, y la llevó arrastrando con
una soga hasta su ramada y le vendó la cabeza con tiras de género que sacó de
su camisa, porque no tenía más que una sola camisa, y no tenía trapos. La había
llevado arrastrando porque la tortuga era inmensa, tan alta como una silla, y
pesaba como un hombre. La tortuga quedó arrimada a un rincón, y allí pasó días
y días sin moverse. El hombre la curaba todos los días, y después le daba
golpecitos con la mano sobre el lomo. La tortuga sanó por fin. Pero entonces
fue el hombre quien se enfermó. Tuvo fiebre y le dolía todo el cuerpo. Después
no pudo levantarse más. La fiebre aumentaba siempre, y la garganta le quemaba
de tanta sed. El hombre comprendió que estaba gravemente enfermo, y habló en
voz alta, aunque estaba solo, porque tenía mucha fiebre. —Voy a morir —dijo el
hombre—. Estoy solo, ya no puedo levantarme más, y no tengo quién me dé agua,
siquiera. Voy a morir aquí de hambre y de sed. Y al poco rato la fiebre subió
más aun, y perdió el conocimiento. Pero la tortuga lo había oído y entendió lo
que el cazador decía. Y ella pensó entonces: —El hombre no me comió la otra
vez, aunque tenía mucha hambre, y me curó. Yo lo voy a curar a él ahora. Fue
entonces a la laguna, buscó una cáscara de tortuga chiquita, y después de
limpiarla bien con arena y ceniza la llenó de agua y le dio de beber al hombre,
que estaba tendido sobre su manta y se moría de sed. Se puso a buscar en
seguida raíces ricas y yuyitos tiernos, que le llevó al hombre para que
comiera, El hombre comía sin darse cuenta de quién le daba la comida, porque
tenía delirio con la fiebre y no conocía a nadie. Todas las mañanas, la tortuga
recorría el monte buscando raíces cada vez más ricas para darle al hombre y
sentía no poder subirse a los árboles para llevarle frutas. El cazador comió
así días y días sin saber quién le daba la comida, y un día recobró el
conocimiento, Miró a todos lados, y vio que estaba solo pues allí no había más
que él y la tortuga; que era un animal. Y dijo otra vez en voz alta: —Estoy
solo en el bosque, la fiebre va a volver de nuevo, y voy a morir aquí, porque
solamente en Buenos Aires hay remedios para curarme. Pero nunca podré ir, y voy
a morir aquí. Y como él lo había dicho, la fiebre volvió esa tarde, más fuerte
que antes, y perdió de nuevo el conocimiento. Pero también esta vez la tortuga
lo había oído, y se dijo: —Si queda aquí en el monte se va a morir, porque no
hay remedios, y tengo que llevarlo a Buenos Aires. Dicho esto, cortó
enredaderas finas y fuertes, que son como piolas, acostó con mucho cuidado al
hombre encima de su lomo, y lo sujetó bien con las enredaderas para que no se
cayese.
Hizo
muchas pruebas para acomodar bien la escopeta, los cueros y el mate con
víboras, y al fin consiguió lo que quería, sin molestar al cazador, y emprendió
entonces el viaje. La tortuga, cargada así, caminó, caminó y caminó de día y de
noche. Atravesó montes, campos, cruzó a nado ríos de una legua de ancho, y
atravesó pantanos en que quedaba casi enterrada, siempre con el hombre
moribundo encima. Después de ocho o diez horas de caminar se detenía y deshacía
los nudos y acostaba al hombre con mucho cuidado en un lugar donde hubiera
pasto bien seco. Iba entonces a buscar agua y raíces tiernas, y le daba al hombre
enfermo. Ella comía también, aunque estaba tan cansada que prefería dormir. A
veces tenía que caminar al sol; y como era verano, el cazador tenía tanta
fiebre que deliraba y se moría de sed. Gritaba: ¡agua!, ¡agua! a cada rato. Y
cada vez la tortuga tenía que darle de beber. Así anduvo días y días, semana
tras semana. Cada vez estaban más cerca de Buenos Aires, pero también cada día
la tortuga se iba debilitando, cada día tenía menos fuerza, aunque ella no se
quejaba. A veces quedaba tendida, completamente sin fuerzas, y el hombre
recobraba a medias el conocimiento. Y decía, en voz alta: —Voy a morir, estoy
cada vez más enfermo, y sólo en Buenos Aires me podría curar. Pero voy a morir
aquí, solo en el monte. Él creía que estaba siempre en la ramada, porque no se
daba cuenta de nada. La tortuga se levantaba entonces, y emprendía de nuevo el
camino. Pero llegó un día, un atardecer, en que la pobre tortuga no pudo más.
Había llegado al límite de sus fuerzas, y no podía más. No había comido desde
hacía una semana para llegar más pronto. No tenía más fuerza para nada. Cuando
cayó del todo la noche, vio una luz lejana en el horizonte, un resplandor que
iluminaba todo el cielo, y no supo qué era. Se sentía cada vez más débil, y
cerró entonces los ojos para morir junto con el cazador, pensando con tristeza
que no había podido salvar al hombre que había sido bueno con ella. Y, sin
embargo, estaba ya en Buenos Aires, y ella no lo sabía. Aquella luz que veía en
el cielo era el resplandor de la ciudad, e iba a morir cuando estaba ya al fin
de su heroico viaje. Pero un ratón de la ciudad —posiblemente el ratoncito
Pérez— encontró a los dos viajeros moribundos. —¡Qué tortuga! —dijo el ratón—.
Nunca he visto una tortuga tan grande. ¿Y eso que llevas en el lomo, que es?
¿Es leña? —No —le respondió con tristeza la tortuga—. Es un hombre. —¿Y dónde
vas con ese hombre? —añadió el curioso ratón. —Voy... voy... Quería ir a Buenos
Aires — respondió la pobre tortuga en una voz tan baja que apenas se oía—. Pero
vamos a morir aquí porque nunca llegaré... —¡Ah, zonza, zonza! —dijo riendo el
ratoncito—. ¡Nunca vi una tortuga más zonza! ¡Si ya has llegado a Buenos Aires!
Esa luz que ves allá es Buenos Aires. Al oír esto, la tortuga se sintió con una
fuerza inmensa porque aún tenía tiempo de salvar al cazador, y emprendió la
marcha.
Era
de madrugada todavía, el director del Jardín Zoológico vio llegar a una tortuga
embarrada y sumamente flaca, que traía acostado en su lomo y atado con
enredaderas, para que no se cayera, a un hombre que se estaba muriendo. El
director reconoció a su amigo, y él mismo fue corriendo a buscar remedios, con
los que el cazador se curó en seguida. Cuando el cazador supo cómo lo había
salvado la tortuga, cómo había hecho un viaje de trescientas leguas para que
tomara remedios no quiso separarse más de ella. Y como él no podía tenerla en
su casa, que era muy chica, el director del Zoológico se comprometió a tenerla
en el Jardín, y a cuidarla como si fuera su propia hija. Y así pasó. La
tortuga, feliz y contenta con el cariño que le tienen, pasea por todo el
jardín, y es la misma gran tortuga que vemos todos los días comiendo el pastito
alrededor de las jaulas de los monos.
El
cazador la va a ver todas las tardes y ella conoce desde lejos a su amigo, por
los pasos. Pasan un par de horas juntos, y ella no quiere nunca que él se vaya
sin que le dé una palmadita de cariño en el lomo.
COPIO LAS SIGUIENTES PREGUNTAS EN MI
CUADERNO DE ESPAÑOL Y LAS RESPONDO
1. Hago una lista de todos los personajes y animales que actuan en el cuento.
2. ¿Cuáles son las acciones principales que realiza cada uno de los siguientes personajes?
CAZADOR: ______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________.
DIRECTOR DEL ZOOLOGICO: ______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________.
TORTUGA: ______________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________________.
3. Considerando el cuento completo, enumera los acontecimientos.
__ El hombre mata al tigre.
__ La tortuga vive feliz en el zoológico.
__ El hombre se marcha al monte.
__ La tortuga se encuentra con un ratón.
__La tortuga es curada por el hombre.
__ La tortuga es atacada por un tigre.
__ El hombre enferma gravemente.
__ La tortuga cuida y alimenta al hombre.
__ Le ofrecen al cazador comprarle los cueros de animales.
__ La tortuga llega a Buenos Aires con el hombre.
__ El director del zoológico le da remedios al cazador.
4. Realiza un dibujo de cualquier parte del cuento.
5. Copia en tu cuaderno cuáles son las cualidades mas destacadas en la tortuga y porque ?
6. Qué parte del cuento te llamó más la atención.
Envia una foto de tu trabajo al whatsapp de tu maestro. (3122576996) o al correo (d.cri.hector.rebellon@cali.edu.co )
Gracias
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